"Los animales (los perros entendÃa yo, que resultaban mi mayor preocupación) no tienen alma, sino únicamente un alma vegetativa¨, decÃan los libros de teologÃa cristiana a los que era afecto de chico.
Con los años, mis creencias sobre el alma cambiaron, y con ella se afirmó el sentimiento de misterio que estos estos seres fabulosos que descienden de los lobos me despiertan.